Reviews de Shows: WARCRY en Sala Santana 27 (Bilbao, España)

WARCRY en Sala Santana 27 (Bilbao, España)

Viernes 21 de Marzo de 2014

por Unai Endemaño

Ocasión elegante la que se nos dispensaba el tercer viernes de Marzo. Actuaba en Bilbao la banda del momento en lo que se refiere a Heavy patrio, la que mete más gente, vende más discos y encabeza festivales junto a grupos internacionales. De muchas otras maneras podría presentarse a los asturianos Warcry, aunque ninguna fuese a resultar tan grafica como esta que os estoy contando. Los de Víctor García han conseguido llegar a lo más alto del rockerío estatal, tras más de diez años defendiendo su fórmula y ahora están viviendo la fase en la que toca mantener el status alcanzado.
No sería para ellos Bilbao la mejor de las plazas, sin embargo conseguirían una entrada más que digna en la Santana 27, pero marcadamente inferior a lo que están acostumbrados. El País Vasco -y más concretamente Vizcaya- lleva demasiados años sin ser un terreno abonado para el Metal cantado en castellano, identificándolo con los aspectos más rancios y trasnochados de la cultura española. Es por esto que las bandas como Warcry, Saratoga o Tierra Santa, jamás han tenido la misma repercusión por estos lares, que la que en sus mejores momentos han disfrutado por debajo de Pancorbo.

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Siendo así, nos disponíamos sobre la sala sin apreturas, haciendo tiempo pausadamente hasta que comenzaban los asturianos. Lo harían presentando su último single y mostrándose exigentes, encaramándose sobre las tablas tras una introducción faraónica. Desde el mismo arranque buscarían la conexión con el público, implicando a los presentes desde el primer estribillo de la noche, requiriendo la comunión que otorgan las palabras coreadas. Proseguirían con el disco que habían venido a presentar, exigiendo “Venganza” y recordando acto seguido el corte que abría su revolucionaria obra del 2008. Se mostraba de esta manera “La Última Esperanza”, con el gentío marcadamente convencido y el ambiente pillando temperatura poco a poco.
Ya desde estos momentos iniciales comenzaba Pablo a regalarnos sus características muecas y sonrisas, restándole hierro a la seriedad que algunas letras encerraban. Victor de mientras se mostraba relajado, fiel a su pose de tipo campechano que tiene más en común con cualquiera de sus seguidores, que con la mayoría de rock stars del panorama, sencillo hasta las trancas y sin perder en ningún compas su habitual gesto carismático y desgarbado. Roberto -el tercer García del combo- clavaba la imagen de músico metálico y aguerrido, agitando melenas sin salirse del papel que le tocaba y aportando solidez a la función que allí se presentaba.
La trama se pondría sentida en cualquier caso, al tiempo que escuchábamos las historias de un pobre infeliz y su épica batalla “Contra el Viento”. La emoción se instalaba entre la concurrencia, simbolizando el primer gran triunfo de la noche, el momento justo en el que el conjunto echaba el lazo sobre los corazones que se prestaban. El trote proseguiría imparable con “La Muerte de un Sueño” en plan kamikaze, con el doble bombo recordándonos como se tiene que gestionar el Power Metal.
De un modo u otro desembocaríamos en la crítica social que riega todos los minutos de “Cobarde”, un corte de mensaje diáfano que sería presentado por Víctor para remarcar aún más aquello que no tiene vuelta de hoja. La pantalla de fondo se pasaría el tema entero proyectando imágenes de periódicos ilustrando violencia de género, y a nosotros sin que hubiese un motivo evidente de por medio, nos daba por pensar en lo pequeño que le venía el corte a Pablo en lo musical.
Es una reflexión esta última, que siempre me acaba surgiendo en los conciertos de Warcry, en un par de ocasiones por lo menos. Cuando se contempla la suficiencia con la que uno de los mejores guitarras del país ejecuta las rítmicas de algunos temas, es fácil plantearse lo lejos que se encuentran sus límites, respecto a lo que lleva a cabo con la banda. En cualquier caso es el conjunto el que sale beneficiado contando con semejante talento.

Aparcaríamos las hipótesis con otra porción del último trabajo. “Siempre” sería la escogida en esta ocasión, para regocijo de los aficionados a las letras trufadas de romanticismo inofensivo. La secundaría un “Coraje” franco y sentido, pero que aminoraba la marcha y sería finalmente usado para que la peña pusiese a prueba sus gargantas.
El ritmo se recuperaría con el “Alma de Conquistador”, una pieza que desde hace algún tiempo identifico de todas con mi buen colega Róber y que siempre me ha parecido especial por diferentes motivos. En la Santana los teclados cubrirían en exceso a las guitarras, aparcando lo emotivo para dejar paso a lo bailongo, convenciendo en cualquier caso a quienes sienten las líneas como suyas y provocando unas pocas lagrimillas en consecuencia.
La crítica social volvería a tomar la sala, imaginándonos lo que tiene que ser pelear por un “Nuevo Mundo”, envueltos en el corte que abría el disco más luminoso del conjunto. Sin dejar de ver lo encendidos que estaban los ánimos, decidí en cualquier caso hacer una parada técnica para acercarme a la barra y pillar fuerzas, desapareciendo unos minutos del centro del sarao, de similar forma a “Como un Mago” de medio pelo hubiese planeado.

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Llegaba la parte del concierto en la que se debía homenajear a “La Vieja Guardia”, momento emotivo sin duda para los que peinamos canas y llevamos en esto más de media vida. Es aquí cuando pude ver a un Víctor orgulloso, relamiéndose con el inequívoco sentido que tiene que tener esa pieza para él, feliz de todo lo que ha conseguido mientras la enorme pantalla del fondo, proyectaba imágenes de Judas, Maiden, Manowar y una larga ristra de conjuntos emblemáticos para los seguidores del Metal más clásico.
En una línea semejante, volviendo a incidir en la terquedad que a la larga se necesita para alcanzar los sueños, la banda se lanzaba en picado sobre “Ardo por Dentro” y la sala respondía. Los teclados parcialmente verbeneros que inundan la pieza nunca consiguen restar impronta al indómito mensaje y la idea que vociferaba el león astur, quedaba cristalina. Era necesario un pequeño receso ante tanta emoción exaltada, ante tanto orgullo de heavy curtido.
“El Más Triste Adios” serviría para tal fin, invitándome a explorar la sala cámara en mano. Buscando planos es como me alcanzó por tanto “Amistad”, sin amigos a mano con los que poder festejar, pero feliz por la jarana que allí se estaba montando. “Un Poco de Fe” llegaría entre tanto, marcadamente épica y con un solo de Pablo abrumador, llegando a puntear por la espalda, de una manera en la que la mayoría no son capaces de hacer de cara.
Al nuevo single “Huelo el Miedo”, se le reservaría una posición noble en el setlist de la noche, justo antes de la última batería de clásicos y poniendo el acento sobre ella sin rubor. Ciertamente consistente nos sigue pareciendo, a la altura de temas mayores del conjunto como “El Guardián de Troya”, contando una historia dura de traiciones y mentiras, en la línea clásica que la banda nos tiene acostumbrados.
Habiendo finiquitado de esta forma la presentación del nuevo redondo, solo restarían cuatro himnos para dar paso a las luces. El primero un “Tu Mismo” cantado por toda la sala una vez más, repleto de énfasis y buenas vibraciones. Siguiendo con el solemne guardián que he mencionado un poco más arriba y rematando con la emoción que desborda “Devorando el Corazón”.
Muchas imágenes vividas se me agolpaban como para apuntarlas una tras otra, demasiadas aventuras me venían a la memoria, muchas dibujadas en los cortes que estaba presenciando y que se zanjarían con “Hoy Gano Yo”. La gran oda al heavilata de corazón irreductible que pondría el broche final una noche más, de la misma forma que si hubiésemos estado por debajo de Pancorbo, con la eficiencia que le debemos exigir siempre a la banda que hoy en día lidera el Metal castellano.

 

 

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